En el primer artículo del blog hacía referencia a las herramientas que podían colaborar a nuestros adolescentes para que esta etapa, tan llena de altibajos, contradicciones e inestabilidad emocional, se viva con consciencia y se aproveche para definir fortalezas y valores en vez de querer que pase rápido y, de cualquier manera.
Hay un aspecto muy importante dentro de esta fascinante etapa que merece un artículo más detallado, las crisis de identidad.
¿Qué es la crisis de identidad?
Las crisis de identidad pueden llegarnos en cualquier etapa de nuestra vida, de hecho, es probable que la pasemos más de una vez, en un mundo en el que nos gusta tanto poner etiquetas, definirnos y, por ende, limitarnos, es habitual que tengamos estas crisis cada vez más a menudo.
Sin embargo, quiero centrarme en la etapa de la adolescencia por su singularidad y complejidad. Si a toda la vorágine de conflictos, retos, relaciones, procesos mentales y hormonales, le sumamos que empiezan a fijar las bases para su futura identidad dentro de una sociedad que, mínimo, le va a exigir una definición de sí mismos, merece la alegría dedicar una parte considerable de nuestro tiempo en colaborarles para que todo sea lo menos dañino posible.
Como padres y madres es nuestra responsabilidad velar por la salud, no solo física, sino también emocional, mental y espiritual de nuestros hijos e hijas.
En primer lugar, es imprescindible que como adultos cuidemos y trabajemos nuestra propia identidad, dediquemos un tiempo para hacernos un “testaje” de cómo estamos emocional y mentalmente, ¿Hay algo de mi identidad que aún no tenga integrado? ¿Me permito expresarme y compartir desde mi interior?, ¿tengo activa alguna creencia de mi infancia o adolescencia donde se me definió por lo que otros creían que era?
Tómate tiempo para auto indagar en ti, en tus relaciones, en tu infancia y sobre todo en el adolescente que un día fuiste, sin juzgar ni comparar, este trabajo interno debes hacerlo por y para ti, te ayudará a mostrarte más firme e infundir más confianza en tus hijos cuando abordes el mismo tema en ellos, es esencial no comparar tu adolescencia con la suya, ya que por mucho que creas que os parecéis, lo que necesitabas en tu adolescencia no tiene absolutamente nada que ver con lo que está necesitando tu hijo/a adolescente de ti.
Hay que evitar trasladar los posibles conflictos que tuvimos con papá y mamá a nuestros hijos/as. Pedir ayuda psicológica si por ti mismo/a no consigues equilibrarte es de suma importancia, no solo porque adquirirás experiencia y herramientas para luego acompañar a tus hijos/as, sino porque además les estarás dando ejemplo, verán que pedir ayuda es perfectamente válido y está admitido en la unidad familiar como una fortaleza, no como una debilidad.
¿Qué podemos hacer como padres, una vez gestionada nuestra propia identidad?
En primer lugar, lo más esencial es que tu adolescente se sienta querido, protegido y respetado, no es suficiente con que lo hagamos, necesita sentir por sí mismos que es así.
Podemos no entender que tenga determinadas reacciones y de hecho podemos no admitirlas, ya que los límites son importantes en esta etapa, pero ello no debe implicar que haya ausencia de esos 3 grandes valores
La identidad y la autoestima
Fomentar su autoestima reforzando aquellas acciones que consideremos positivas, bien para la familia o para ellos mismos, tener una comunicación asertiva desde el respeto y la equidad.
En alguna ocasión he comentado las reuniones semanales o quincenales que tengo en casa con mis hijos, estas reuniones las tenemos haya crisis o no, suelo escoger un momento en el que no haya enfados activos ni estrés excesivo, ya que si tenemos ese tipo de reunión en caliente va a ser muy complicado que las emociones no nos dirijan.
Por turnos de palabras contamos últimas novedades y si ha habido enfados o conflictos exponemos como nos hemos sentido, pedimos disculpas o damos las gracias si lo consideramos necesario, la que dirige la reunión soy yo, como autoridad en el hogar, aun así, ellos disponen de voz y voto y por supuesto de mi escucha activa.
Debemos aceptar que nuestros adolescentes van a tener cambios, van a dejar de ser nuestros bebés, nuestros niños/as, y van a definirse y tomar su lugar, por derecho propio, dentro de la unidad familiar y por consiguiente dentro de la sociedad. La aceptación de este hecho, tan obvio y a la vez complicado, va a colaborar a que el acompañamiento familiar en esta etapa de sus vidas sea orgánica y amorosa.
Si siempre o casi siempre has actuado igual, tienes tus normas, tu forma de educar, de relacionarte con tus hijos, con tu pareja, con el mundo que te rodea, y no te está funcionando, quizás es que llegó el momento de cambiar, de ver las cosas de otra manera, en definitiva, de cambiar tu percepción de los hechos, personas y situaciones que te rodean.
Mi invitación siempre es ver en la adolescencia una gran acumulación de creatividad, energía pura y potente, ellos mismos no ven su potencial, no ven la fuerza y la grandeza que llevan dentro, viéndose a través de tus ojos conseguirán vivirla desde el amor y la comprensión y por supuesto desde el respeto mutuo y el crecimiento continuo, por dentro y por fuera.
Cree en ellos, Cree en ti!