Si a lo extremadamente interesante de tener un/a hijo/a adolescente le sumamos que tenga altas capacidades cognitivas, estamos ante un reto constante que va a poner a prueba nuestro ingenio y nuestra capacidad resolutiva.
Sería totalmente absurdo e irreal englobar a todos los adolescentes de altas capacidades en un mismo grupo, de la misma forma que lo sería con adolescentes de otras características, cada individuo es único, y caeríamos en un grave error si además de etiquetarlo lo rebosáramos de clichés, aunque sí que hay algunos puntos en común que nos pueden colaborar para entender y saber llevar algunas de las situaciones a las que nos vamos a enfrentar.
En primer lugar, vamos a ver que dicen los profesionales de esta área sobre esta peculiaridad cognitiva, según los expertos hay 3 tipos de altas capacidades y lo dividen en:
Precocidad intelectual:
Se caracterizan por desarrollarse intelectualmente a un ritmo más rápido que el resto de sus compañeras/os. Aprenden a hablar antes que la media, se interesan por las letras, los números antes de lo habitual, resumiendo … su evolución intelectual es más veloz que la media de su edad.
Suele detectarse sobre los 3 años, aunque es muy probable que como padres nos demos cuenta antes, sobre todo si hay otros menores en la unidad familiar.
La precocidad intelectual suele ser la antesala de la superdotación, aunque hay ocasiones en las que estos niños y niñas pueden llegar a igualarse con el resto durante su vida escolar.
Superdotación:
Implica tener un gran potencial en todas las áreas que comprende la inteligencia humana, acompañado generalmente de una gran creatividad. Suelen destacar en inteligencia, personalidad e ingenio.
Talento:
El concepto de talentoso es más ambiguo, ya que son niños/as que muestran un alto rendimiento o destreza en una determinada área de conocimiento, generalmente un interés extremo en un área como el deporte, la música, las matemáticas, etc. Pero eso no implica que destaque en el resto de las áreas.
Esto es, muy resumido, lo que dice la ciencia y nos puede colaborar cuando no sabemos que es lo que hace a nuestro/a hijo/a diferente al resto, en lo que a actitudes académicas se refiere.
"El hijo de una Leona es un León"
Mi experiencia:
Como madre de un hijo de altas capacidades he pasado por varias etapas y me gustaría compartirlas con quien quiera leerme, por si en algún momento puede sentirse identificada/o, aunque, como hemos comentado, cada ser es único, hay algo en común en todos los padres y madres, queremos entender y colaborar a nuestros hijos de la forma más beneficiosa para ellos y para nosotros, por este motivo, a parte de buscar ayuda profesional si se considera oportuno, hay que crear nuestras propias estrategias educativas.
El tener un “diagnostico” nos puede tranquilizar en un principio, al menos a mí me tranquilizó, cuando mi hijo a los 3 años empezó a no hablar, a comunicarse conmigo por sonidos que solo yo entendía, mi preocupación era palpable.
Mi entorno me tildaba de exagerada y de estar viendo fantasmas donde no los había, sin embargo, yo, testaruda en todos los ámbitos de mi vida, sabia que algo no iba bien.
El instinto maternal o paternal nos va a dar la primera señal de alarma, y si son invenciones o miedos infundados es algo que se puede descartar con la ayuda de profesionales.
En mi caso los especialistas que atendieron a mi hijo vieron lo mismo que yo, que algo no estaba funcionando bien, en un principio había signos de autismo o asperger , sin embargo tras muchas y diversas pruebas, llegó el diagnostico, tenía un problema de movilidad en la lengua que le impedía pronunciar bien, y debido a su gran entendimiento y su capacidad de comprensión, prefería no hablar a hacerlo mal, en cuando ese problema físico fue solucionado, con ayuda de una logopeda, mi hijo empezó a hablar con un perfecto castellano que desentonaba con el acento andaluz de todo nuestro entorno familiar y social.
No quiero ahondar demasiado en el camino que vino después ya que hubo muchos tropiezos y aprendizajes, de todos ellos aprendí y me ayudaron a ser la madre que soy hoy en día.
De esta oportunidad que me ha dado la vida he podido aprender a ver en mi hijo su alta capacidad cognitiva como un reto continuo, para mí y para él.
Mi estrategia con él es fomentar y fortalecer su inteligencia emocional, ya que eso no lo trabaja en su vida académica, asertividad, la empatía, el amor hacia el mismo y hacia los demás, y todo lo que abarca una gestión emocional saludable hacen un magnifico tándem con su capacidad intelectual.
Un pilar básico para llegar a un buen entendimiento es tener bien clara las jerarquías familiares, que mi hijo de 15 años tenga un coeficiente intelectual mayor al mío no implica que sepa tomar mejores decisiones que yo. Pocas veces ha sido soberbio y si alguna vez ha bromeado con ello le he dejado las cosas claras con una simple frase:
“La madre del León, ¿Qué es?”. Mi hijo no tiene por qué saber mi coeficiente intelectual, solo tiene que saber que nació de mí, por lo tanto, soy yo quien tiene la responsabilidad y las herramientas para educarlo, protegerlo y prepararlo para salir al mundo.
Sin duda, la mejor ayuda que podemos prestarles como padres y madres es el ejemplo, si tenemos una buena gestión emocional, les mostramos como expresar sentimientos, como pedir ayuda cuando lo necesiten y a respetar su individualidad y la de los demás, estaremos haciendo un trabajo ejemplar con ellos y esto repercutirá positivamente en su vida como adulto.
Cree en ti!