Cuando un ser querido trasciende, independientemente de nuestra clase social, edad, cultura o religión, hay unas fases comunes que son, desde mi punto de vista, necesarias pasar para restablecer nuestra vida sin él o ella, de una forma orgánica y saludable.
Sin embargo, hay otra parte importante del proceso del duelo que si va a depender del trabajo interior que tengamos hecho y de la capacidad de cada persona para aceptar la pérdida, así como de las herramientas de las que disponga.
Según Elisabeth Kübler-Ross existen 5 fases del duelo.
Fase 1: La negación:
es una reacción que se produce de forma muy habitual inmediatamente después del suceso, con frecuencia unida a un estado de shock o embotamiento emocional e incluso cognitivo, también puede darse el caso de no permitirnos el llanto o incluso quitar importancia a la perdida acontecida, estas últimas reacciones pueden ser ocasionadas por las creencias instaladas en el clan familiar o en nuestra cultura.
Es importante en esta fase permitirse derrumbarse, el llanto y la tristeza nos ayudará en el proceso de recuperación, de hecho, son beneficiosos en ese primer momento de dolor intenso, en esta fase lo que mejor podemos hacer para colaborar a una persona que esté pasando por un duelo es acompañarla, estar al lado para lo que necesite, escucharla.
Cuando mi hijo Hugo transcendió eche en falta una pregunta y era tan sencilla como ¿Qué necesitas?, si hacemos esta pregunta es importante aceptar lo que la persona necesite, si nos dice “estar solo/a”, “llorar”, “que nadie me toque”, … aceptémoslo, no son adecuadas las frases del tipo, “es mejor que estes acompañado/a”, “no llores, todo pasará”, “déjate cuidar” …, puede ser cierto, aunque no le colaborará en que su recuperación sea más rápida, debemos respetar los tiempos de cada uno.
Fase 2: La ira:
Tras la negación generalmente viene la frustración y la impotencia de no poder impedir la perdida. Dicha frustración conlleva a su vez la aparición de enfado y de ira, como sucede en general cuando la frustración hace acto de presencia.
Sentimos la necesidad de culpar a alguien o algo, da igual las circunstancias del fallecimiento, esa culpa no sólo puede estar dirigida al exterior, también puede estar enfocada en nosotros mismos, sentirnos culpables por no haber hecho lo suficiente, por no haber aprovechado más el tiempo con esa persona querida.
Fase 3: La negociación:
En la fase de negociación la persona guarda la esperanza de que nada cambie. Es más común en fases de duelo por perdida de trabajo, parejas o alguna perdida social o económica.
Fase 4: La depresión:
En este periodo la persona empieza a asumir de forma definitiva la realidad de la situación, y ello genera sentimientos de tristeza y de desesperanza junto con otros síntomas típicos de los estados depresivos, como el aislamiento social o la falta de motivación.
El hecho de perder a un ser querido, de enfrentarse a la propia muerte y otras causas del duelo puede hacer que la vida deje de tener sentido para nosotros, al menos durante un tiempo.
Fase 5: La aceptación:
En esta fase ya aceptamos la perdida como algo inevitable y comienza el proceso de aprender a vivir sin la persona querida.
No siempre es igual en todos los casos
Todas estas fases pueden ser más o menos intensas y duraderas dependiendo de las circunstancias y de las fortalezas de cada persona. No se afronta igual el dolor ante la pérdida de un ser querido cuando ha experimentado una larga enfermedad que cuando es un fallecimiento repentino, al igual que nuestra mente nos va a dificultad superar el fallecimiento de un ser querido joven.
Cada persona vive el duelo con una intensidad y durabilidad diferentes, no se debe empujar a nadie a que termine su duelo en el tiempo en el que nosotros creemos apropiado, es muy importante respetar los tiempos de cada uno y no entrar en comparaciones.
Generación tras generación nos han enseñado a vivir de espaldas a la muerte, y ello dificulta nuestra aceptación y superación ante situaciones que todos y cada uno de nosotros va a experimentar alguna vez en su vida, a esto hay que unirle que cuando vivimos la muerte de un ser querido estamos también afrontando la posibilidad de nuestra propia muerte, nos recuerda que nuestro cuerpo es caduco y eso junto con la no aceptación de los cambios, hace que sea más doloroso de sostener.
Aunque los que más aceptación y reconocimiento tienen son los duelos por el trascender de un ser querido hay otros duelos que socialmente pueden ser menos aceptados, pero no por ello debemos ignorar o quitar importancia, son los duelos por pérdida de empleo, separación, fallecimiento de una mascota, perdida de una casa…, respetar el dolor y las emociones de otras personas o de nosotros mismos no implica estar de acuerdo, aunque si implica der empático/a y respetuoso/a.
Otra opción, cada vez más aceptada, es dejarse acompañar por profesionales, que te enseñen a manejar el duelo para salir de él con un mayor fortalecimiento emocional y aporten a tu vida las herramientas necesarias para recuperar tu paz interior y para poder reaprender a ser feliz con los cambios que hayas tenido que incorporar en tu día a día.
Encontrar el aprendizaje tras la pérdida te ayudará a reencontrarte contigo misma/o y aunque al principio es difícil de ver y aceptar, siempre, siempre, hay un aprendizaje tras una situación de dolor.
Cree en ti!